Me pongo en la piel de Arias Cañete y pienso en la coraza con la que debe vestirse cuando torea en público, y en la incertidumbre —y hasta hastío— que debe sentir en privado, tras meses de preguntas sobre su futuro en Europa y meses contestando «estoy a disposición de lo que mi partido quiera».
No sé si el «top secret» sobre los nombramientos políticos lo instauró José María Aznar con su famoso cuaderno azul. Lo cierto es que esa táctica ha sido repetida por muchos otros presidentes, nacionales y autonómicos, que durante semanas han silenciado los nombres de los elegidos para formar su equipo.
En una ocasión pregunté a un consejero de Agricultura cómo se había sentido durante el mes que estuvo sin saber si volvería a formar parte del Gobierno o no. Me constató su enorme incertidumbre y me reconoció que «es el gran momento, cuando el presidente tiene más poder». Así que eso debe ser, ni secretos de estado ni de alcoba, si no la gran sensación del poder.
El PSOE ya está en plena precampaña electoral de las europeas, IU se encuentra en puertas tras elegir de nuevo a Willy Meyer como cabeza de lista, mientras que el partido del Gobierno, el PP, sigue sin dar nombres de quién será el primero de su fila.
Quienes nos dedicamos a analizar el sector agrario desde el punto de vista político confiábamos que la incógnita sobre el futuro del ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, ya estaría resuelta a principios de 2014. Primero se dijo que el candidato popular a las elecciones europeas se decidiría en el Comité de Dirección del PP celebrado en Toledo en enero. Después, que se haría público en la Convención Nacional del PP a finales del mismo mes en Valladolid. En febrero se han llevado a cabo la convención del Partido Popular en Cataluña y el congreso del PP en Andalucía. Y a fecha de hoy, sigue sin saberse nada.
La próxima cita prevista para desvelar al «elegido» es la reunión del Partido Popular Europeo que se celebra en Dublín entre el 6 y el 7 de marzo (donde se decidirá el sustituto de Durao Barroso y cabeza de lista del partido en la Unión Europea) y al que Arias Cañete ha dicho que, en principio, no piensa asistir.
Así, los periodistas y analistas políticos apuntan a una nueva estrategia: que Arias Cañete no va a liderar la lista del PP a las elecciones europeas —para no desgastar al miembro mejor valorado del Gobierno ante unos comicios de incierto resultado y para que Rajoy pueda retrasar al máximo una reforma forzosa del Gobierno— aunque sí que podría ser comisario, para lo que algunos aseguran que ya se está negociando qué comisión podría conseguir España para los próximos cinco años.
Si al final esto es así, la «espera» de Arias Cañete todavía se podría alargar hasta septiembre u octubre, meses en los que, previsiblemente, serán cuando, tras las elecciones al Parlamento Europeo del 25 mayo, el futuro presidente de la Unión, decida quién forma parte de su equipo (si lo quiere hacer público, ¡claro!).
Los primeros rumores de que a Arias Cañete tenía sus miras puestas en un cargo de la Unión Europea surgieron al medio año de ser nombrado ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Dichos rumores me fueron confirmados por una persona de su confianza, y fuimos muchos los que pensamos que este gaditano (de adopción) se había comprometido con Rajoy a negociar la PAC 2014-2020 y después terminaría en otro cargo allende las fronteras españolas.
Lo cierto es que tras meses del comentario «Cañete se va», de sus respuestas de «lo que diga mi partido» y de que nadie del PP todavía no tenga nada claro, una empieza a pensar lo que suele pasar en política: que dos más dos no siempre son cuatro y que cuanto más se dice el nombre de un candidato, al final, menos posibilidades tiene de serlo… Así, todavía nos queda Cañete para rato.
Sobre quién ocupará después la silla de Atocha será para apuestas de otra quiniela.
Buenos días, Elisa,
hoy día veo con mucha lejanía las intrigas palaciegas de Ministerios y Gobiernos, en su día me ocurrió lo contrario, pero con el paso de los años la bofetada de la realidad me ha llevado a mi situación actual, en la que creo que la distancia entre los políticos y sus gobernados es insalvable. El señor Cañete será muy valorado en un estudio o encuesta a nivel nacional hecha a un universo de personas sin clasificar, es decir, su barba blanca puede resultar simpática para un abogado, para una ama de casa o para un profe de instituto, pero a las gentes del campo este señor les crea indiferencia. Si me permites mi opinión, indiferencia total y absoluta. El descrédito de la clase política es mayor cada día que pasa, es como el calendario, cada 24 horas nos da una fecha distinta; pues eso es lo que yo observo con los políticos, cada nuevo día que amanece sus expectativas están 24 horas más alejadas de los comunes mortales, entre los que me incluyo.
Solo recuerdo a una persona que ocupó el Ministerio y de la que he oído buenos comentarios. Loyola de Palacio. Después de aquello nunca más se sentó nadie en aquel sillón con suficiente sensibilidad para saber lo que se palpa a ras de suelo.
Si Cañete se va a Bruselas, pues el hombre se lo pasará muy bien. Será como un retiro dorado. Y si le diesen algún puesto como comisario, y si ese fuese el de Agricultura, nada cambiará. Es de ingenuos creer que se puede hacer desde fuera de casa lo que no se hace de puertas hacia adentro.
Gracias José Antonio por tus palabras y tu tiempo.
Personalmente, no creo que los políticos desconozcan tanto los problemas reales de los ciudadanos de a pie. Más bien pienso que la política no ha evolucionado y que se encuentra inmersa en un círculo vicioso difícil de romper: deberse más al partido que a los ciudadanos y, a veces, que a las propias ideas; mirar más por los intereses del partido que por los de quienes les han votado; enfrascarse en luchas dialécticas sin llegar a nada; llegar a acuerdos para no llegar a nada… Vamos, que hay demasiada «tontería» para los tiempos que nos tocan vivir. Por eso los políticos están tan desacreditados.
De todas formas, a quienes escribimos sobre el agro desde el punto de vista político y económico, creo que no nos importa tanto el futuro de Cañete como quién vendrá después. Esa es la gran incógnita.
Cañete, por lo menos, sabe de qué habla. Que haga las cosas bien o mal, es otro cantar.
Sobre Loyola, yo también he oído muchas palabras buenas, sobre todo que era muy trabajadora y luchadora, pero también dura en las negociaciones, lo que tampoco es malo.
Muchas gracias de nuevo por tu comentario. Que sepas que admiro tu periodismo agroalimentario a pie de invernadero.
Un abrazo.